3) Una Alegría Compartida.
"Querid@ lector/a:
En
muchas ocasiones me costaba trabajo entender por qué mis padres insistían en que
hiciéramos ciertas cosas que ya habíamos hecho.
Por ejemplo: mi abuela Ana me contó que siete días
antes de que Yo naciera, mi Madre, sintiendo que la fecha estaba ya muy próxima
le pidió a José que se retiraran a la Casa del desierto por un tiempo hasta que
diera a luz y pasaran los cuarenta días después, durante los cuales Ella debía
guardar “reposo”.
Pero cuando ambos parecían estar muy decididos José
pensó:
Nuestro
Hijo va a nacer y todos nuestros vecinos y amigos se van a enterar de esta
feliz ocasión, pero… qué vamos a decirles cuando nos pregunten a dónde nació el
niño.
Luego Mamá María y Él recordaron que se había
anunciado el deber de todo judío de asistir al censo, que el emperador César
Augusto había decretado y entonces podrían usar ese viaje como excusa para
salir un poco de la mirada de todas las personas que los conocían.
Así fue que cuando apenas tenía unas horas de nacido
José comenzó a recoger algunas mantas, pañales, en fin, todo lo necesario para trasladarnos
rápidamente al destino adonde se supone que teníamos que estar esa noche.
Lo más increíble del viaje fue que nuestros amigos
nos volvieron a subir a su carro de fuego
y dejando atrás la Casa del Desierto, llegamos en un abrir y cerrar de ojos
a Belén junto con el asno en el que mis padres solían viajar, sólo que tuvimos
que hacer parecer que veníamos montados en él, después de andar un largo
camino.
Una vez ahí, como puedes verificarlo en tu Biblia, comenzamos el recorrido que se menciona en las escrituras. Estuvimos buscando
un lugar adonde hospedarnos hasta que fuimos a parar a un humilde establo sobre
el cual, nuestros nuevos amigos -en su carro de fuego- quisieron quedarse suspendidos haciéndose
pasar por una estrella.
Es por eso que los astrólogos que venían de oriente
parecían ser guiados por aquél objeto celeste, porque en realidad siempre fue
el extraño aparato volátil el que realmente les estaba señalando el camino,
hasta el lugar adonde pudieron encontrarme.
Yo iba oculto bajo el manto de Mi madre y como Ella,
en ningún momento se apeó del burro, nadie notó Mi presencia.
Mi abuelita Ana fue la única que supo de las
peripecias de su hija y el alumbramiento que tuvo que fingir una vez que
llegamos al portal, adonde José dirigió a la partera quien Me encontró ya en
brazos de Mi Madre aparentando que Ella lo había hecho, casi todo, sola.
Luego llegaron los pastores -quienes habían sido
notificados de Mi nacimiento- y la presencia de nuestros ángeles guardianes
comenzó a iluminar de una forma mágica el lugar. Así que todos, en medio de su
asombro, seguramente olvidaron preguntar
cómo la madre del niño recién nacido se las había ingeniado, para estar tan fresca
y radiante después del parto.
Cuando nuestros visitantes se retiraron
-prometiendo volver al día siguiente- nos quedamos dormidos en el humilde lugar
adonde el calor de la paja y la compañía de un buey, un caballo, un burro y una
oveja nos hicieron sentir bienvenidos.
Sin embargo, en medio de tanta alegría, Yo Me sentí
un poco extraño, pues no entendía por qué no me había podido quedar en el
acogedor espacio en donde pude dormir tan cómodamente por largos nueve meses
dentro de mi Madre, arropado por su dulce calor: ¿era
tan necesario que eso cambiara?, Me preguntaba.
Pero
también Me sentí muy feliz al poder conocer por fin, el rostro afable de mi
padre José, cuyos ojos parecían mirarme desde una distancia insondable,
inspirándome mucha paz.
Y
no tengo que comentar acerca de la seguridad y confianza que experimenté al
encontrarme en los brazos de la que Me cuidó y protegió con profundo amor
durante toda Mi infancia y parte de Mi adolescencia. Su sonrisa sólo vino a
confirmar, para mí, el hecho de Ser un niño tan dichoso: un niño amado.
Mi
abuelita Ana me explicó que aunque mi nacimiento tenía que haber sucedido en un
lugar tan especial como la Casa del desierto, Mi Madre y José sabían que iban a
tener que hacer muchas cosas “para cumplir con lo que estaba escrito”.
Es
decir, que mucho tiempo antes de que todo esto sucediera, varios hombres y
mujeres a quienes llamaban “profetas” ya habían anunciado estas cosas y si
nosotros cambiábamos lo que ya estaba previsto por Dios para ser de esa manera, hubiéramos
alterado la historia y con ella: el destino de nuestro pueblo.
Nosotros
debíamos llevar a cabo lo que Dios había dispuesto como Su Plan Divino, y eso
incluía los detalles de cómo la gente iba a recordar los eventos más
importantes de nuestra vida.
Actualmente
–al evocar estos recuerdos- una enorme gratitud permea mi espíritu, pues si Yo
me hubiera quedado con Mamá y José lejos de las zonas habitadas de Judea no hubiera compartido con la gente que nos visitó
y se quedó con nosotros. Y entonces me hubiera perdido del cariño y la devoción
de las personas que como Mi familia y ancestros formaban parte de mi pueblo: un
pueblo que aparentemente no logró aceptarme, pero con el que estaré prendado
hasta el final de los tiempos, pues fue Mi relación con ellos y nuestra diaria
convivencia la que finalmente Me hicieron atesorar el inmenso amor que hoy por
hoy crece en Mí por cada ser que ocupa un espacio en el mundo.
Siempre tuyo: Jesús.”
Reflexión
Pensemos
por un momento qué hubiera pasado si el Mesías hubiera nacido en un palacio como hijo
de un rey: ya sea de Salomón o de algún otro gobernante y que hubiera
pertenecido al linaje de David, como muchas personas están esperando que pase.
¿Crees
que los que escucharon el Mensaje de Jesús hubieran comprendido mejor Su mensaje?
Y si
eso hubiera sucedido, ¿qué tan congruente hubiera sido Jesús con Sus enseñanzas?
Porque
si bien, tal vez Sus palabras hubieran sido mejor recibidas, la gente del
pueblo no se hubiera sentido apoyada e identificada con el Maestro, pues ellos
supondrían que para Jesús siempre iba a ser más fácil obrar Sus milagros debido a
Su posición privilegiada.
Él
-para cumplir con el plan de Dios y “lo que estaba escrito”- tuvo que pasar
mucho tiempo en la casa de Nazaret como un niño cualquiera ante los ojos de la
sociedad judía.
El
Maestro Jesús: siendo el mismísimo hijo de Dios, tuvo que aparentar que venía
de una familia muy humilde para que todas las personas de cualquier posición
social pudieran reconocer que aún el más pequeño de los hombres, cuando logra
asumirse como la Creación Divina que es, puede lograr cualquier cosa que se
proponga.
Aun
así, el Cristo siempre insistió en que las personas deberían verlo como un
hombre normal, o una persona común y corriente para demostrar con ello que
cualquiera que viniera de la cuna más pobre o incluso de una familia acomodada, eso
no importa, cuando se trata de encontrarse cara a cara con Adonai…
Por esa razón y en múltiples ocasiones, Él se refería a sí mismo como “El Hijo del
Hombre” porque aun siendo el Hijo de Dios debería ser tratado y considerado
como uno más entre los habitantes del pueblo judío.
Desgraciadamente
no podemos darle gusto a todas las personas a nuestro alrededor y los miembros
del Sanedrín que fueron los que se resintieron más que nadie por el poder que
Jesús demostraba frente a las multitudes, usaron el argumento de que ningún
hijo de un humilde carpintero podría llegar a ser el prometido Mesías tan
esperado por ellos, ¡cuando que en realidad José pertenecía al grupo de los
sacerdotes del Sanedrín!
De
cualquier manera, muchas personas esperan que El Mesías venga sino en una época de
paz, sí que establezca la paz librando las batallas de Dios, en el mundo. Y que
logre unificar a todos los miembros del pueblo de Israel, que están dispersos alrededor del planeta, por medio de su retorno
a la tierra prometida.
Y
éstas son sólo algunas de las situaciones por las cuales ellos nunca han podido
darle la credibilidad como Mesías a Jesús el Cristo.
Y
como yo ya lo había sugerido en la reflexión del primer mensaje: ¿por qué no
podría Dios escoger en libertad la forma en que Deseaba enviar al Mesías? ¿Es más importante cumplir con lo que "esta escrito" que con lo que disponga el Creador? (Checar Isaías 11:1-16) ¿No se dan cuenta que lo que está escrito como la profecía de Jehová se ha de cumplir en la Segunda Venida del Cristo y no cuando ellos lo esperan?
Las creencias de cualquier persona son
muy respetables sin embargo en mi opinión: el ser humano, por lo general, habrá de poner en primer lugar sus expectativas
personales y después, tal vez, considere la voluntad de Dios como algo válido.
En
muchas ocasiones me costaba trabajo entender por qué mis padres insistían en que
hiciéramos ciertas cosas que ya habíamos hecho.
Por ejemplo: mi abuela Ana me contó que siete días
antes de que Yo naciera, mi Madre, sintiendo que la fecha estaba ya muy próxima
le pidió a José que se retiraran a la Casa del desierto por un tiempo hasta que
diera a luz y pasaran los cuarenta días después, durante los cuales Ella debía
guardar “reposo”.
Pero cuando ambos parecían estar muy decididos José
pensó:
Nuestro
Hijo va a nacer y todos nuestros vecinos y amigos se van a enterar de esta
feliz ocasión, pero… qué vamos a decirles cuando nos pregunten a dónde nació el
niño.
Luego Mamá María y Él recordaron que se había
anunciado el deber de todo judío de asistir al censo, que el emperador César
Augusto había decretado y entonces podrían usar ese viaje como excusa para
salir un poco de la mirada de todas las personas que los conocían.
Así fue que cuando apenas tenía unas horas de nacido
José comenzó a recoger algunas mantas, pañales, en fin, todo lo necesario para trasladarnos
rápidamente al destino adonde se supone que teníamos que estar esa noche.
Lo más increíble del viaje fue que nuestros amigos
nos volvieron a subir a su carro de fuego
y dejando atrás la Casa del Desierto, llegamos en un abrir y cerrar de ojos
a Belén junto con el asno en el que mis padres solían viajar, sólo que tuvimos
que hacer parecer que veníamos montados en él, después de andar un largo
camino.
Una vez ahí, como puedes verificarlo en tu Biblia, comenzamos el recorrido que se menciona en las escrituras. Estuvimos buscando
un lugar adonde hospedarnos hasta que fuimos a parar a un humilde establo sobre
el cual, nuestros nuevos amigos -en su carro de fuego- quisieron quedarse suspendidos haciéndose
pasar por una estrella.
Es por eso que los astrólogos que venían de oriente
parecían ser guiados por aquél objeto celeste, porque en realidad siempre fue
el extraño aparato volátil el que realmente les estaba señalando el camino,
hasta el lugar adonde pudieron encontrarme.
Yo iba oculto bajo el manto de Mi madre y como Ella,
en ningún momento se apeó del burro, nadie notó Mi presencia.
Mi abuelita Ana fue la única que supo de las
peripecias de su hija y el alumbramiento que tuvo que fingir una vez que
llegamos al portal, adonde José dirigió a la partera quien Me encontró ya en
brazos de Mi Madre aparentando que Ella lo había hecho, casi todo, sola.
Luego llegaron los pastores -quienes habían sido
notificados de Mi nacimiento- y la presencia de nuestros ángeles guardianes
comenzó a iluminar de una forma mágica el lugar. Así que todos, en medio de su
asombro, seguramente olvidaron preguntar
cómo la madre del niño recién nacido se las había ingeniado, para estar tan fresca
y radiante después del parto.
Cuando nuestros visitantes se retiraron
-prometiendo volver al día siguiente- nos quedamos dormidos en el humilde lugar
adonde el calor de la paja y la compañía de un buey, un caballo, un burro y una
oveja nos hicieron sentir bienvenidos.
Sin embargo, en medio de tanta alegría, Yo Me sentí
un poco extraño, pues no entendía por qué no me había podido quedar en el
acogedor espacio en donde pude dormir tan cómodamente por largos nueve meses
dentro de mi Madre, arropado por su dulce calor: ¿era
tan necesario que eso cambiara?, Me preguntaba.
Pero
también Me sentí muy feliz al poder conocer por fin, el rostro afable de mi
padre José, cuyos ojos parecían mirarme desde una distancia insondable,
inspirándome mucha paz.
Y
no tengo que comentar acerca de la seguridad y confianza que experimenté al
encontrarme en los brazos de la que Me cuidó y protegió con profundo amor
durante toda Mi infancia y parte de Mi adolescencia. Su sonrisa sólo vino a
confirmar, para mí, el hecho de Ser un niño tan dichoso: un niño amado.
Mi
abuelita Ana me explicó que aunque mi nacimiento tenía que haber sucedido en un
lugar tan especial como la Casa del desierto, Mi Madre y José sabían que iban a
tener que hacer muchas cosas “para cumplir con lo que estaba escrito”.
Es
decir, que mucho tiempo antes de que todo esto sucediera, varios hombres y
mujeres a quienes llamaban “profetas” ya habían anunciado estas cosas y si
nosotros cambiábamos lo que ya estaba previsto por Dios para ser de esa manera, hubiéramos
alterado la historia y con ella: el destino de nuestro pueblo.
Nosotros
debíamos llevar a cabo lo que Dios había dispuesto como Su Plan Divino, y eso
incluía los detalles de cómo la gente iba a recordar los eventos más
importantes de nuestra vida.
Actualmente
–al evocar estos recuerdos- una enorme gratitud permea mi espíritu, pues si Yo
me hubiera quedado con Mamá y José lejos de las zonas habitadas de Judea no hubiera compartido con la gente que nos visitó
y se quedó con nosotros. Y entonces me hubiera perdido del cariño y la devoción
de las personas que como Mi familia y ancestros formaban parte de mi pueblo: un
pueblo que aparentemente no logró aceptarme, pero con el que estaré prendado
hasta el final de los tiempos, pues fue Mi relación con ellos y nuestra diaria
convivencia la que finalmente Me hicieron atesorar el inmenso amor que hoy por
hoy crece en Mí por cada ser que ocupa un espacio en el mundo.
Siempre tuyo: Jesús.”
¿Crees
que los que escucharon el Mensaje de Jesús hubieran comprendido mejor Su mensaje?
Y si
eso hubiera sucedido, ¿qué tan congruente hubiera sido Jesús con Sus enseñanzas?
Porque
si bien, tal vez Sus palabras hubieran sido mejor recibidas, la gente del
pueblo no se hubiera sentido apoyada e identificada con el Maestro, pues ellos
supondrían que para Jesús siempre iba a ser más fácil obrar Sus milagros debido a
Su posición privilegiada.
Él
-para cumplir con el plan de Dios y “lo que estaba escrito”- tuvo que pasar
mucho tiempo en la casa de Nazaret como un niño cualquiera ante los ojos de la
sociedad judía.
El
Maestro Jesús: siendo el mismísimo hijo de Dios, tuvo que aparentar que venía
de una familia muy humilde para que todas las personas de cualquier posición
social pudieran reconocer que aún el más pequeño de los hombres, cuando logra
asumirse como la Creación Divina que es, puede lograr cualquier cosa que se
proponga.
Aun así, el Cristo siempre insistió en que las personas deberían verlo como un hombre normal, o una persona común y corriente para demostrar con ello que cualquiera que viniera de la cuna más pobre o incluso de una familia acomodada, eso no importa, cuando se trata de encontrarse cara a cara con Adonai…
Por esa razón y en múltiples ocasiones, Él se refería a sí mismo como “El Hijo del Hombre” porque aun siendo el Hijo de Dios debería ser tratado y considerado como uno más entre los habitantes del pueblo judío.
Desgraciadamente
no podemos darle gusto a todas las personas a nuestro alrededor y los miembros
del Sanedrín que fueron los que se resintieron más que nadie por el poder que
Jesús demostraba frente a las multitudes, usaron el argumento de que ningún
hijo de un humilde carpintero podría llegar a ser el prometido Mesías tan
esperado por ellos, ¡cuando que en realidad José pertenecía al grupo de los
sacerdotes del Sanedrín!
De
cualquier manera, muchas personas esperan que El Mesías venga sino en una época de
paz, sí que establezca la paz librando las batallas de Dios, en el mundo. Y que
logre unificar a todos los miembros del pueblo de Israel, que están dispersos alrededor del planeta, por medio de su retorno
a la tierra prometida.
Y
éstas son sólo algunas de las situaciones por las cuales ellos nunca han podido
darle la credibilidad como Mesías a Jesús el Cristo.
Y
como yo ya lo había sugerido en la reflexión del primer mensaje: ¿por qué no
podría Dios escoger en libertad la forma en que Deseaba enviar al Mesías? ¿Es más importante cumplir con lo que "esta escrito" que con lo que disponga el Creador? (Checar Isaías 11:1-16) ¿No se dan cuenta que lo que está escrito como la profecía de Jehová se ha de cumplir en la Segunda Venida del Cristo y no cuando ellos lo esperan?
Las creencias de cualquier persona son
muy respetables sin embargo en mi opinión: el ser humano, por lo general, habrá de poner en primer lugar sus expectativas
personales y después, tal vez, considere la voluntad de Dios como algo válido.
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