14) Un Evento de Mi Primera Infancia
Cuando jugábamos, a veces
salíamos de la casa y ellos me transportaban a una zona adonde había más
vegetación y muchos árboles. Juntos contemplábamos las nubes y mis amigos
celestes me mostraban las diferentes plantas y las variadas flores que
adornaban la vista con sus formas y colores, pero entre toda esta belleza
recuerdo que en una ocasión hubo algo que me llamó más la atención que
cualquier otra cosa: el canto de los pájaros.
Recuerdo que esa mañana yo
estaba algo asustado por un suceso de violencia que el día anterior mi mamá y
yo tuvimos que sufrir: los cobradores de impuestos llegaron y entrando a casa
de una forma intempestiva rompieron todo lo que a su paso encontraron y mi
madre, aunque nunca perdió la calma, sí recuerdo que se mostró un poco triste.
Al día siguiente nos retiramos a nuestro hogar en el desierto, como era
costumbre y mi Mamá me prometió que si salía con los angelitos me iba a
distraer y se me pasaría el susto.
Yo no tenía ganas de nada
pero ellos insistieron en salir a dar un paseo.
Una vez que llegamos a un
verde pastizal y notando que yo no estaba de humor para jugar o para hablar
sólo se sentaron a mi lado bajo la sombra de un árbol y los tres –mis dos
amigos celestiales y yo- nos quedamos en silencio.
Yo cerré los ojos y me recosté en el mullido tapete de hierba cuando comencé a notar que flotaba en el aire el sonido de un ave al cual yo nunca había escuchado. En ese momento, y bajo la influencia de tan santa compañía me pareció que aquella dulce tonada venía más de un ser sobrenatural que de este mundo. También recuerdo que uno de mis acompañantes me puso su mano en la frente como para que yo me relajara y no pensara más en lo que pudiera estarme molestando. Yo seguí poniendo mucha atención en el canto de aquél misterioso pájaro y pronto noté que a su melodía se iban agregando de a poco a las melodías de otras aves distintas. Y digo distintas porque cada una tenía un tono y una cadencia diferente pero lo asombroso era que a pesar de llevar cada uno un ritmo aparentemente desigual, todos parecían conformar una sola canción llevada por varias voces Creo que me quedé dormido ya que después de varios minutos el consuelo y la paz que sentí al escuchar esa bella serenata me envolvieron de tal forma que me sentí mecido por una cálida brisa. Cuando desperté me encontraba de nuevo en la casa de Nazaret donde José me llamaba para que me levantara a ayudar con la preparación de los alimentos que tomábamos al por la tarde.
Cuando nos sentamos a la
mesa yo pregunté a Mamá María qué había pasado y cómo llegué de vuelta a la
casa.
Ella sólo dijo que yo me
había sentado en un cómodo diván que usábamos en mi hogar del desierto para
descansar y que llorando por el susto que ya llevaba y por la decepción de que
ese día mis amigos alados no iban a poder jugar conmigo, me había quedado
dormido.
-Yo sólo te traje de
vuelta como hacemos todas las tardes antes de la oración pero tú estabas tan
profundamente dormido que no te diste cuenta de todo el tiempo que pasó desde
que salimos...-
-Aquellos extraños
hombres… ¿ya no van
a regresar?- pregunté.
-No lo sé mijo- respondió
mi madre, -pero si lo hacen no te preocupes, nada va a pasar-
-Bueno Ma'…- repliqué sonriendo -si regresan sé que mis amigos nos van a cuidar ¡siempre!-
Yo le conté mi sueño y
ella se sorprendió mucho al darse cuenta de que aun cuando parecía que nuestro
día había sido triste y decepcionante, los guardianes de la Sagrada Familia se
hacían presentes de una forma u otra para que pudiéramos sentirnos protegidos y
a salvo.
Con gran respeto y amor: Tu Jesús"
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