1) Mi Madre María, José y un Viaje a "Casa".
Querid@ lector/a:
“Ya desde el vientre virginal podía pensar claramente y escuchar en medio del oscuro silencio de mi especial morada todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor y pude darme cuenta también, de los sentimientos, pensamientos e inquietudes de mi santa Madre María.
Ella siempre confió y estaba plenamente consciente de que cada suceso en
Su vida era una manifestación más de la Voluntad Divina…aun así no
estaba exenta de sufrir a veces alguna contrariedad que la hiciera sentirse por
un momento tal vez dudosa o insegura, pero cuando llegaba a pensar que no iba a
ser capaz de responder al gran reto de su misión divina, se concentraba en la
oración y Yo desde su seno, podía sentir la gran devoción con la que pedía a
Nuestro Padre-Madre en el Cielo que la reconfortara y que la iluminara con la
sabiduría necesaria para entender su camino.
Pero no sólo Ella era una fiel devota llena de la luz que parecía
envolverme cada vez que se ponía en oración sino que también mi padre José fue
un gran hombre que supo cuidar de la "Sagrada Familia" como nadie más
hubiera podido hacerlo.
Durante su niñez y juventud, él era muy apegado a las costumbres
religiosas que el pueblo judío en general observaba. Además, su carácter tímido
y retraído lo inclinaba a pasar largos ratos en soledad, mientras sus hermanos
solían jugar y distraerse. En esos ratos él era muy asiduo a la oración y la
contemplación…las cuales solía practicar desde muy pequeño y ese ejercicio
espiritual lo formó como un hombre de gran virtud y nobleza.
Dios permitió que ya de joven formara una familia con su primera esposa,
pues él debía conocer bien los deberes de un padre y madurar en el amor filial
y de pareja.
Él debía experimentar el trato con una mujer y aprender a amarla en el
respeto y la solidaridad que su futura pareja iba a precisar: dos virtudes que
en ese tiempo estaban muy devaluadas para con el sexo femenino (aunque en el
presente las cosas no han cambiado mucho).
De igual manera, fue necesario que su primera esposa sólo viviera el
tiempo que le llevó velar por sus hijos hasta la edad, en la que se pudieran ya
valer por sí mismos.
Antes de desposar a Mi Madre, cuando José tuvo aquél sueño en el que
recibió la increíble noticia de que Ella podría quedar en cinta en cualquier
momento, él nunca dudó de su virginidad y pureza, por el contrario, la
protegió y apoyó como siempre y más que nunca en este delicado proceso.
Mi Madre también experimentó un gran asombro al saberse escogida, como
el Vaso Purísimo de Concepción, pues aunque venía
preparándose para servir en forma incondicional a Dios desde su tierna
infancia, nunca esperó que su misión fuera la de una mujer casada con una
familia que cuidar.
Pero aún sin conocer con anticipación la gran tarea que ambos tenían por
delante quiero comentarte que ninguno de los dos fueron las personas inocentes
y sorprendidas que hubieran vivido mi gestación y nacimiento como un portento
totalmente inesperado como lo sugieren algunos evangelistas.
Aun sin conocerla: José y mi Madre fueron preparados con muchos años de
anticipación, para la misión que cada uno de ellos habría de cumplir para
Dios.
Sin embargo, algo que no vas a encontrar en tu Biblia es la maravillosa
experiencia por la que ambos tuvieron que pasar antes de verse premiados por el
cielo con la llegada de su Primogénito:
Cuando Mi Madre ya no pudo disimular Su embarazo, José pensó que lo mejor
era no aparecer por un tiempo en público para evitar las habladurías, pues
aún no estaban casados. Él bien sabía que la gente del pueblo y del
Sanedrín no iban a tener la misma disposición para apoyar a su pareja.
Como sabes: mi Madre fue llevada al Templo en Jerusalén por sus padre a la tierna edad de tres años. Ahí fue confiada al cuidado de las personas que dedicadas a la adoración y el servicio a Dios le enseñaron a orar y también a hilar, bordar y realizar todos los menesteres necesarios para las alabanzas.
Sin embargo, cuando llegó a la pubertad ya no pudo quedarse a vivir más tiempo en el Templo, por lo que quedó al cuidado de José
quien fue escogido por Dios frente a todos los sacerdotes sin que nadie pudiera
cuestionar el hecho. Así que Ella se hospedó con el que sería su esposo
mientras se hacían los preparativos para la boda.
Una noche, estando ya en cama, escucharon un ruido muy suave, como del
vapor que salía de la preparación de algún alimento que
estuviera hirviendo.
Ambos pensaron que seguramente el otro estaría cocinando algo, pero lo
extraño es que previamente habían compartido una abundante comida y después se
habían retirado a dormir.
¿Qué podía ser ese extraño sonido?, cada uno se preguntaba.
Al salir de su respectiva habitación, los dos se miraron
perplejos.
Al asomarse por la ventana vieron una extraña figura que
caminaba por la explanada del frente y después escucharon un ligero
golpe en la puerta.
José no quizo arriesgarse y pidiéndole a Mi Madre que
guardara la calma, decidió que lo mejor era guardar silencio y esperar a que la
supuesta amenaza se retirara al no recibir respuesta alguna.
"Querida mía..." le dijo con voz apenas audible: "regresa a tu
habitación, yo me hago cargo de esto"
Mi madre asintió pero antes de retirarse quizo echar un último vistazo
para asegurarse de que no se trataba de un vecino en apuros.
"María" dijo la voz desde afuera..." No temas, Nuestro
Dios me manda para que conozcan el lugar adonde estarán a salvo a partir de
hoy"...
En ese momento Mamá María creyó ver a un gallardo hombre que
parecía mover apenas, a los lados de su cuerpo, lo que parecían ser alas, y confundida
observo cómo a través de la ventana entraba una suave luz que no llegaba a
deslumbrarla.
Cuando la luz la tocó, Mi Madre se sintió completamente a salvo y todos
sus temores reales e imaginarios desaparecieron inmediatamente.
José no tuvo tiempo de reaccionar antes de notar cómo su prometida abría
la puerta dejándole ver a un ser que parecía de otro mundo. Tenía un porte
regio y medía lo que tú llamarías: dos metros o más y su voz parecía
ser el bálsamo que aliviaría cualquier pena que alguien pudiera sufrir en el
mundo.
“Vengan conmigo” dijo “los voy a llevar a un lugar adonde estarán a salvo.”
Sin perder el tiempo, el forastero se acercó a mis padres y los
condujo hasta un extraño "carro" que en lugar de andar, flotaba.
José se dejó guiar por aquél "hombre" en compañía de mi madre
cuando pensó que era lo más cercano a lo que imaginó alguna vez que podía ser
un ángel pero lo que vio después no fue menos sorprendente:
Entraron a un artefacto que rebasaba las fantasías más locas que alguien en su sano juicio pudiera tener: parecía una enorme construcción hecha de un material luminoso.
Ya estando adentro pudieron ver que sus ventanas eran enormes y aunque a través de ellas se
apreciaba entre la oscuridad el rápido avance con el que recorrían Nazaret, el enorme "vehículo" no parecía tener ningún soporte que lo mantuviera anclado a la tierra.
Lo más increíble es que solo pasaron unos instantes y ya estaban fuera
del supuesto "carro" bajando una extraña pendiente que apareció
entre las arenas del desierto.
Ese fue el primer día que José y mi Madre -Conmigo en camino- se
quedaron a dormir en "la Casa del Desierto" como Yo la llamo.
Nadie podría sospechar que en plena zona desértica, -muy cerca del Oasis de
Ein Guedi- bajo la arena, íbamos a encontrar lo que sería nuestro refugio y "escuela" por muchos años.
Fue esa hermosa casa subterránea la que nos acogió a Mí, a papá José y a
mi Madre durante mi nacimiento y gran parte de mi niñez y adolescencia: mi
verdadero hogar en el desierto de Judea, en el que crecí y me formé como el Cristo.
Y aunque a la casa de mis padres en Nazaret, -la que ocupaba diariamente por
unas horas durante la tarde- nunca la consideré como el lugar que me vio
convertirme en lo que hube de ser después: sí fue mi segundo hogar, pues ahí
viví cosas entrañables que nunca habré de olvidar. Ella fue la “fachada” que
debía hacer creer a Mis vecin@s y amig@s que Yo era sólo un niño como cualquier
otro, creciendo y compartiendo con su familia la vida normal de una persona más
en el pueblo mío.
Pero la gente no sólo debía creerlo: Mi madre y José debían vivir como una realidad y sin excepción, el hecho de ser personas iguales a todas las demás ante los ojos de Dios, a pesar de su especial formación como devotos.
Te
puedo asegurar que parte de Mi preparación como hijo del Padre Elohim fue esa:
nunca sentirme especial o por encima de nadie, pues a pesar de lo excepcionales
que pudieran haber sido nuestras condiciones de vida siempre debimos estar
conscientes de que cada una se nos daba con el propósito de ser compartida. Y
aunque yo no debía revelar la existencia de mi verdadero hogar en el desierto,
todas las ventajas que gocé o disfruté en él forjaron los cimientos de lo que
en un futuro hube de compartir con cada persona que estuvo en
contacto conmigo y que recibió los beneficios de Mis enseñanzas.
Pero también con l@s herman@s que -sin haber estado presentes durante mis
tres años de Misión en Israel-, recibieron el impacto de las bendiciones que mi
Padre-Madre ha hecho llegar al mundo a lo largo de los dos mil años consecutivos:
bendiciones que siguen fructificando aún en el presente, en el corazón de
aquellos que Me buscan.
Debes saber que las cosas de Dios siempre son puntuales y se desarrollan en perfecta armonía, pues Sus planes nunca fueron y nunca serán algo improvisado. Puede ser que Adonai cambie de opinión y decida dar un giro a lo que se venía planeando con tiempo, pero nunca sucederá algo “por accidente” o sin previa anticipación a lo que Ha determinado Su Voluntad Divina.
Ya lo dijo mi Padre: “…porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se
le pedirá.” (Lucas 12:48)
Gracias
por leerme: tu Jesús.”
Y aunque no estamos obligad@s a aceptar que las cosas sucedieron de la forma "extravagante" en que se narra, sí se nos sugiere que pensemos en la posibilidad de que El Salvador, Su Madre y el que cumpliera con el papel de Su padre en la tierra, gozaran de los privilegios "celestiales"...ya que la formación y Misión futura del hijo de Dios requerían de una especial vigilancia y protección oportuna.
Hoy me atrevo a preguntarte: ¿Cuántas veces en tu vida te has sentido obligad@ a cumplir con un papel que la sociedad te ha asignado?
Si somos estudiantes: debemos seguir las reglas de la Institución Educativa a la que pertenecemos, si nos dedicamos a la milicia: debemos hacer uso de la fuerza, aunque eso a veces vaya en contra de nuestros principios; o si dirigimos un negocio importante, por lo general no debemos mostrar nuestros sentimientos reales... frente a nuestros subalternos, etc.
¿Has pensado cuáles son las reglas que hemos impuesto al Hijo de Dios para darle nuestra aprobación de acuerdo a nuestras expectativas?
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