4) Mi "primera" visita al Templo.
"Querid@ lector/a:
Mi Madre María vivió cosas que otras niñas de Su
edad ni siquiera imaginaban.
Tenía visiones de ángeles y de santos que vivieron antes que ella (o después) y que la visitaban desde tiempos futuros o pasados deseando conocer más de cerca Su vida... en sueños.
Pero también en muchas ocasiones ella se llegó a sentir un poco sola, pues no tenía la oportunidad de
compartir estas interesantes experiencias con casi nadie a su alrededor, ya que a la
única que le relataba parte de ellas, era a su propia madre, pero a veces
ni siquiera a ella pues consideraba que las visitas de personas ya muertas o
próximas a nacer no eran fáciles de asimilar... para nadie.
Al principio, cuando muy niña, no comprendía muy bien porque le sucedían estas cosas, pero ya incluso después de los 16, años se fue habituando al hecho de contar con la compañía de entidades celestiales y extraterrestres con las que llego a tener "comunicación telepática", como ustedes la llaman.
Para mí fue una suerte que Mi Madre tuviera un Conocimiento tan profundo de las cosas de Dios y de Su Creación, pues eso hacía que
entre Ella y Yo no hubiera secretos ni situaciones confusas.
A diferencia de Mi amado tutor, José, Ella me comprendía perfectamente.
Él no tuvo la férrea formación espiritual a la
que mi Madre se sometió desde muy pequeña y aunque como protector y ejemplo de
compromiso hacia mí y hacia la que hubo hecho su esposa, era ejemplar, no
siempre comprendía las situaciones o las medidas que había que tomar en
determinado momento como lo hacía mi Madre, ya que ella incluso era capaz de
saber con antelación lo que pasaría y actuar a la
altura de las circunstancias.
Por supuesto siempre consultaba a su amado
compañero y esposo antes de tomar una decisión como lo dictaban las normas de
conducta de una fiel esposa en esos tiempos y sólo hasta que él lo aprobara, ella obraba en consecuencia, no antes. Sin embargo José, muchas veces optaba por mantenerse al margen, permitiendo que Mi madre y yo
tomáramos la iniciativa.
En aquella ocasión en la que “me perdí” o más bien ellos aparentemente me perdieron de vista, te comento que no fue exactamente
como lo narran en la Biblia:
Mis padres y yo llegamos a Jerusalén y para mí fue la primera vez, ya que después de que fuera presentado de bebé, yo no había tenido la oportunidad de visitar en la vigilia el Templo, pues en sueños, había estado ahí varias veces.
Yo le comenté a José que necesitaba estar más tiempo solo y en silencio, en un área que estaba destinada a la oración y al recogimiento: una que no estaba tan abierta al público en general y que en esa ocasión permitía el acceso limitado a cierto número de devotos. Y le prometí que estaría en comunicación continua con Mi madre (ya que eventualmente también nos hablábamos por telepatía) si algo llegara a pasar.
Ella estaba al tanto de que yo necesitaba estar apartado de su lado, aunque no conocía a detalle las razones, sin embargo decidió confiar en Nuestro Padre en el Cielo y marchar a casa con la certeza de que yo los alcanzaría en cualquier momento.
De hecho antes de abandonar el lugar, ella le pidió a uno de nuestros amigos que vivía en Jerusalén que estuviera pendiente de mi cuando saliera del Templo y él se ofreció a acompañarme de regreso a casa
Cuando José notó mi ausencia en el grupo se alarmó y sin comprender la actitud tranquila y relajada de mi Madre, él la instó a regresar para juntos poder buscarme.
Yo nunca estuve perdido, ya que mi Madre supo todo el tiempo dónde estaba y sin embargo, como una atención a mi Amado Tutor y en observancia del voto de obediencia que Ella siempre guardó para con él, decidió acompañarlo y juntos regresaron al Templo.
Una vez que Me encontraron José me habló con mucho amor, pero también trató de llamarme la atención, como lo haría cualquier padre con su hijo pequeño, pero cuando yo le pregunté: “¿por qué Me buscas?, ¿No sabes que los asuntos de mi Padre Yo siempre debo atender?", no los cuestionaba a ambos sino sólo a José, pues él olvidaba a veces que no sólo como tutor era un deber cuidarme sino también el de Confiar en la Voluntad de mi Amado Padre en el Cielo.
En ese momento él entendió que yo necesitaba espacio y libertad para actuar sabiendo que si la situación lo ameritaba, mi Madre estaría al tanto de cualquier imprevisto.
Claro que para él no era nada fácil asimilar el hecho de que Yo no requería los mismos cuidados que cualquier niño de mi edad y sobre todo, tuvo que aceptar muy poco a poco que no éramos una de las familias promedio con las que él estaba acostumbrado a convivir.
El misterio y la
magia que envolvió a mi concepción y nacimiento; el hecho de relacionarnos tan
de cerca con las entidades celestiales y los hermanos de otros mundos, los sueños y revelaciones que a los tres se nos manifestaban, etc., todos ellos eran fenómenos
que aprendió a disfrutar y a atesorar como experiencias ricas en sabiduría y
luz para el corazón: todas ellas manifestaciones vivas del poder de Dios
en nuestra existencia.
Por otro lado es difícil explicar la relación tan cercana que mi Madre y Yo teníamos pues en general la autoridad de la mujer en la familia -igual que en el presente- se hallaba bastante desvirtuada ya que en ese entonces y actualmente en forma frecuente, se tiene la idea de que el hijo varón que crece con un fuerte vínculo hacia la madre se hace débil y con cierta predisposición “al mal camino”, pero esto es un error, pues la influencia amorosa de la madre sobre su hijo –cuando ella ha recibido la preparación para darla- en realidad nos fortalece.
Es cuando el hijo varón o la hija son desatendidos, cuando no cuentan con el afecto y los cuidados de la madre y/o del padre, que ciertamente crecerán débiles y expuestos a cualquier influencia negativa. Pero si la madre, en forma amorosa, acoge a sus hijos fortaleciendo su autoestima y sobre todo fomentando constantemente su relación con Dios ¿Cómo podríamos considerarlo como algo dañino?
Y todavía es mejor cuando el padre y la madre se afanan por sus hijos ambos, tratando constantemente de formarlos en rectitud, tratando de acrecentar siempre el amor que Dios pone en sus corazones.
A pesar de que desde muy corta edad Yo disfruté del extraordinario don de poder hablar con mi Padre-Madre Dios, Mi Madre
terrenal siempre me apoyó y motivó en el ejercicio de esta maravillosa
comunicación y no sólo eso, sino que estaba abierta a contestar cualquier duda
o pregunta que yo le consultara acerca de la relación más importante en mi vida
o acerca de cualquier otra cuestión.
Se puede decir que Madre María y yo “crecimos juntos” pues adonde yo estaba, ella estaba conmigo, cosa que no era igual con José pues yo no mantenía la comunicación a distancia que podía con ella y él no visitaba la Casa del desierto con la frecuencia con la que nosotros lo hacíamos debido a sus constantes compromisos con el Sanedrin y los trabajos de reparación que José era invitado a hacer en el Templo como el carpintero experto que era.
Aun así puedo decir que él siempre estuvo muy pendiente de todo lo que ambos estábamos haciendo... y de nuestras necesidades.
José no tenía problemas al impedir que alguien notara nuestras ausencias (cuando nos quedábamos en la Casa del Desierto o la visitábamos por algunas horas) y no tenía que esforzarse mucho
en parecer el Padre de familia protector y trabajador que todos veían en Él ya
que en realidad lo era.
Para nosotros era muy importante no levantar
sospechas, pues debíamos tratar de apoyar incondicionalmente a nuestros vecinos
y amigos en medio de las peores circunstancias: y esa ayuda no sería aceptada
si la gente no confiaba en nosotros.
Sin embargo y a pesar de todos nuestros esfuerzos,
sí había quienes nos miraban con recelo, tanto que en una ocasión –estando en
Egipto- fui acusado de matar a un niño.
Lo que sucedió fue que jugando con mis vecinos, de
repente escuché los gritos de otros pequeños que estaban a unos cuantos pasos
de nosotros. Ellos se burlaban y molestaban a una chiquilla que lloraba sin
parar. Yo noté que era uno en especial, el que no tenía reparo en atormentarla y
me puse furioso. La verdad es que mi indignación al verlo maltratando a una
niña tan pequeña fue tan intensa, que al proyectarla no pude evitar provocarle
un desmayo: mi intención no fue hacerle daño, sólo quise que se detuviera.
Sin embargo todos pensaron en ese momento que el niño estaba muerto y me acusaron a mí y a mi familia de ser hechiceros.
En parte esa fue la razón por la que regresamos a Israel, por eso y porque el Rey Herodes había muerto y supusimos que ya no había peligro de regresar a casa, en Nazareth.
Con gran Amor: Tu Jesús"
(Encuentra en el Mensaje No. 5 la continuación)
Reflexión
Me imagino que ser
padre de un niño tan excepcional como Jesús no fue nada fácil para José:
un hombre que si bien tenía una preparación también excepcional -y que por lo
mismo fue elegido por Dios para ser su tutor en la tierra- no podía imaginar o
medir las cualidades del pequeño, pues éstas rebasaban cualquier idea que se
tenía en ese entonces acerca de los niños.
Porque por lo general aquellos que somos padres, aunque llenos de amor para con nuestros hijos, en muchas ocasiones caemos en el error de imponerles nuestro punto de vista, sin pensar que ellos ya traen su propia “concepción” y que de acuerdo a ella, solo tendríamos que guiarlos para que recuperaran sus memorias; para que recordaran las ideas propias que los han traído hasta el presente nacimiento y apoyarlos en la misión de alcanzar sus metas, siempre y cuando éstas sean para la salud y el bienestar propio y de los que les rodean.
José solo intentaba cuidar de “su hijo”, del Hijo que sabía que sin ser de su propia sangre, debía amarlo y protegerlo como si lo fuera.
De hecho su responsabilidad se multiplicaba al saber que Jesús era en realidad el "Mesías", pero lo que facilitó su labor fue la presencia de su nueva esposa (José era viudo en el momento de comprometerse con la Santísima Virgen), ya que, ella comprendía mejor, -de alguna manera- el compromiso que implicaba el cuidado de un chiquillo tan especial, pues ya desde el vientre materno la comunicación entre ellos, hizo que Madre María tuviera un entendimiento más real, acerca de todo lo relacionado con el divino niño.