5) Un Error Imperdonable.

La Virgen con el Niño Jesús entre Piedras


Querid@ lector/a:                                   

"De pequeño Yo estaba, créeme, tan sorprendido como los demás de las cosas que podía hacer y que en muchas ocasiones Me tomaban por sorpresa hasta que me llegué a acostumbrar y bueno, también con mi entrenamiento, pude llegar a dominar muchos de Mis “talentos”.

En los evangelios conocidos como “Apócrifos” se dice que de pequeño me molesté gravemente con un chiquillo que estaba portándose muy grosero con los demás y que provocó un enojo tan fuerte en Mí que sólo así como así: lo maté.

Cuando lo vi caer desmayado pensé que estaba bien, pero cuando lo llamaron por su nombre no contestó y ni siquiera se movió.

Me alarmé y corrí hacia él para ver qué le pasaba y de verdad me sorprendió ver que no estaba respirando 

"¡¿Yo hice eso?!" pensé. 

La gente alrededor también se alarmó y pronto llegó su madre…de un instante al otro todos me estaban acusando de ser un hechicero o demonio. 

Nadie sabía con seguridad qué cosa había hecho pero, ¡todos me culpaban de que aquél niño hubiera muerto de repente!

La verdad es que Yo desde pequeño me tuve que hacer a la idea de que sería causante de polémica y revuelo adondequiera que me dirigiera, si es que no tenía cuidado. Pero en realidad Yo no era un caso tan “especial” o dime querid@ lector/a: ¿es que tú no crees que el ser humano es capaz incluso de matar cuando se deja llevar por sus más bajos instintos?...¡el problema es que yo sólo era un niño! pero… quién podía asegurar que yo hubiera atentado contra él ¿cuando no había arma alguna en mi poder?

Al acercarme al pequeño y cerciorarme de que su vida estaba casi perdida, me sentí realmente asustado, así que inmediatamente cerré los ojos y pedí luz a mi Padre rogándole que deshiciera lo que Yo no estaba seguro de haber provocado. Pero como no obtuve una respuesta inmediata lo único que pensé que podía hacer era correr a casa en busca de mi Madre. Pero los padres y algunos miembros de su familia acudieron a la escena rápidamente y cuando estaban a punto de lanzarse furiosamente contra mí amenazando con golpearme, en forma casi milagrosa: logre escurrirme entre el gentío.

Llegué a casa y vi a mi madre sentada a la mesa y entre gemidos y balbuceos le urgí a que reaccionara, Ella me miró sin pestañear. Y antes de que yo pudiera explicarme me abrazó con tierna elocuencia y dijo:   

 -No te preocupes mi niño, todo está bien…él va a despertar…sólo está dormido.-

-¿pero…cómo lo sabes?, ¡si ni siquiera me has dejado terminar de contarte lo que pasó!- 

Exclamé desesperado. 

Ella me sonrió y con su brazo alrededor de mí todavía, agregó:

-Sabes que no necesitas explicar todo lo que haces: yo lo sé… y sé que sólo deberías confiar en Nuestro Padre Adonai ¿no lo crees?, pero si es mucha tu apuración oremos juntos… ven.- 

Ella me sentó en su regazo, pusimos nuestras manos sobre los ojos y los dos repetimos la oración que siempre hacíamos antes de salir de casa:

“Oh Israel: Adonai es nuestro Dios, Adonai es UNO,

Juntos, tomados de Tu mano, sabemos que Tu Oh Padre nos sostienes mientras caminamos en las sombras. Sabemos que Tú eres nuestra Luz.

A mi lado están mi familia y mis hermanos en Israel, pero Tú estás en el corazón de todos y Tu Justicia será la que Viva entre la multitud.

No permitas que yo me oponga jamás a lo que Tú ya has preparado: No permitas que la duda me haga caer frente al enemigo airado.

Tu sombra protectora me ha de cubrir y siempre mostrándome el camino Habrá de proceder.

En ese momento escuchamos unos fuertes golpes que sonaron sobre la puerta, Mamá la abrió y para nuestra sorpresa vimos que acompañada por una turba de personas furiosas, venían los padres del niño.

Ellos venían a reclamarnos a mi Madre y a mí por el supuesto ataque. Pero lo increíble fue la calma y la paz que mi Madre expresó al responder a sus gritos furiosos e ininteligibles: Ella los invitó a pasar a la casa y a que se calmaran pero ellos se negaron, y entonces en un tono muy tranquilo y con la voz dulce y suave que siempre le caracterizó les dijo:

-Yo entiendo que ustedes estén muy molestos por lo que ha pasado y por el error que Jesús cometió al estar jugando con su hijo: ¿Qué les parece si juntos regresamos a su casa y vemos cómo está él? ¿Seguramente ustedes lo llevaron ya de regreso a su hogar verdad?... Vamos juntos, nosotros los acompañamos, veamos qué tan mal está su pequeño. Permítanos tratar de reparar lo que mi hijo ha hecho....

Luego, Mi madre Me tomó de la mano y Me dijo al oído: “Jesús Ven, no tengas miedo: te invito a que a lo largo del camino no dejes de orar, que yo voy a hacer lo mismo. No trates de explicar nada, porque digas lo que digas las personas aquí presentes no te van a escuchar.”

Entonces los dos salimos y todos iban gritando e insultando a nuestro alrededor. 

Gracias a Dios que nadie intentó tocar a Mi Madre o tocarme a Mí. 

Cuando llegamos a su casa Yo me llevé de verdad la sorpresa más grande de Mi vida pues el niño estaba sentado en su cama como si se hubiera acabado despertar y estaba tranquilo. Yo  noté que estaba bien, no tenía ningún golpe, ¡él no parecía tener nada! 

Y cuando vio a todas las personas que estaban presentes le preguntó a su mamá: 

-¿Qué pasa mami?, ¿todos ellos son tus invitados?, ¡no me dijiste que hoy íbamos a celebrar algo!, ¿vamos a comer?, ¡tengo hambre!

Al escucharlo hablar así Yo no salía de mi sorpresa: ¡parece que no recordaba nada de lo que había sucedido!

Su mamá solo sonrió un poco y luego nos sacó a empujones de la casa.

Una vez afuera nos dijo que por el momento las cosas parecían estar bien pero que no nos iba a quitar el ojo de encima, que más nos valdría irnos de Egipto porque ella se encargaría de hacernos la vida imposible. 

Mi Madre sólo le contestó que estaba muy feliz de ver que su hijo estaba bien y después de bendecirla nos retiramos. 

Hasta el día de hoy no puedo olvidar la expresión que de repente se dibujó en su cara pues más que enojo parecía ser confusión: la Mamá de aquél chamaco no supo qué hacer ante el amor y la serenidad que Mi Mamá proyectaba.

Sé que tal vez estés pensando querid@ lector/a que lo que narré fue un evento aislado al cual mi familia no prestó mucha atención, pero te comento que tanto mis padres (José y mi Madre) como yo quedamos muy impresionados y de hecho nuestros vecinos -quienes ya no lo fueron por mucho tiempo- comenzaron a actuar de manera distante evitando que sus hijos nos hablaran.

No pienses que yo no recibí ninguna represalia acerca de mi “ataque” que aunque fue algo que salió totalmente de mi control y al cual yo siempre consideré un grave accidente, mi familia y mis “ángeles y guías celestiales” comenzaron a trabajar más arduamente en mi preparación para que mis emociones no se dispararan de la manera en que lo hicieran en este caso y que nada semejante pudiera volver a suceder.

Debo decir que yo también me esforcé en evitar que mi enojo o cualquier otra emoción me hiciera reaccionar de una forma tan agresiva, aunque nunca dejé de sentir un leve enfado por aquellos que ante mis ojos cometían injusticias o se sentían con el derecho de humillar a otros sin ningún empacho.

Afortunadamente mi Madre logró ir limando las asperezas que el desagradable evento desató, pues tanto Ella como José continuaron ayudado a muchos de nuestros vecinos como lo hubieran hecho en el pasado. Así que la mayoría terminó por olvidar el suceso o por lo menos evitaron mencionarlo frente a nosotros. Después, el tiempo se encargó de que las cosas regresaran más o menos a la normalidad.

Y digo más o menos porque el rencor que guardó aquél chiquillo fue creciendo en su corazón hasta que años después encontró la manera de desquitarlo.

Y si en tu mente, querid@ lector estás preguntándote quién fue la persona que nunca simpatizó Conmigo no tengo más que mencionar su nombre: “Barrabás”.

Después de que las familias se calmaron, yo recuperé mi permiso para salir a jugar y un día cuando me lo volví a encontrar, me acerqué a él y le pedí perdón. Y al asegurarle que nunca más pasaría algo semejante, él respondió:

-Nunca más pasará te lo aseguro: ¡pues en este momento mis amigos y yo terminaremos contigo!

Ellos tomaron los guijarros y piedras que hallaron en el suelo y corrieron tras de Mí hasta llegar a casa. Pero por fin todo se calmó cuando Mis padres hablaron con los suyos y les pidieron disculpas por mí.

De todas maneras yo no lo vi por un tiempo pues José y mi Madre dispusieron todo para regresar a Israel mientras mi pequeño "enemigo" y su familia todavía tardaron varios años para dejar Egipto.

Por lo pronto sus padres hicieron prometer a Barrabás que nunca volvería a acercarse a Mi Persona. Promesa que en el futuro ninguno de los dos fuimos capaces de respetar.

                                                                    Con todo mi amor: Tú Jesús."

Reflexión 

Si abrimos nuestras Biblias y revisamos el evangelio de Mateo podremos encontrar en el capítulo 27 versículo 17, cuando Pilato estaba preguntando a la muchedumbre “¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo?” 

Lo curioso es que en muchos textos antiguos este versículo originalmente no está escrito de esa manera sino que al mencionar a los dos hombres: uno aparece como Jesús Barrabás y al otro, Pilato le llama: Jesús, el Cristo. 

¿Por qué la iglesia optó por omitir esta peculiaridad? seguramente porque ellos no desean que relacionemos a Barrabás que es tenido como un hombre de malas intenciones hacia los demás, con el Hijo del Hombre que es Jesús, pero curiosamente, por aras del destino podemos observar que los dos tenían un nombre común, o sea que eran tocayos, ya que los dos se llamaban Jesús. 

Ciertas investigaciones nos indican que el nombre de Jesús era un nombre bastante común en los tiempos del Cristo. Que no era raro que un niño se llamara así. 

Al ocultar esta singular coincidencia creo que los padres de la Iglesia han querido proteger a su comunidad de un mal entendido, pero también pienso que tenemos el criterio suficiente para darnos cuenta de que no importa cómo se llame una persona en realidad: lo que importa son las acciones y el legado que éstas dejan al mundo. Porque por mucho que Jesús se llamara igual que Barrabás no podemos comparar las acciones de un hombre que deseaba vengar a su pueblo derramando la sangre de sus enemigos, a las acciones del Hijo del Hombre, quien intentó traer consuelo, que brindó sanación a muchos y por encima de todo: que trajo la enseñanza del perdón al pueblo de Israel.

Otra cosa que llama la atención es que tal vez estamos siendo muy duros al juzgar a Barrabás, porque si mal no recuerdo en el Antiguo Testamento sobran los ejemplos en los que Jehová Dios invitaba al pueblo de Israel a pelear contra otros y de hecho Él se hacía llamar “El Dios de los ejércitos”. Incluso actualmente, hay muchas personas que esperan librar las “Batallas de Dios”. 

Entonces:¿por qué juzgamos a Barrabás cuando sabemos que el hecho de derramar la sangre de los enemigos del Pueblo Escogido era en ese momento un acto de heroísmo? 

Pienso que así como no debemos juzgar a Barrabás tampoco debemos juzgar el hecho de que Jesús pudiera haberse equivocado.

Jesús tenía un gran poder y con él no solo daba vida sino que también ¡podía quitarla!

Lo que leímos en el mensaje anterior es algo que no podemos probar que haya sucedido, pero lo que sí podemos hacer es tratar de ponernos en el lugar de cada uno de los personajes que rodeaban a Jesús -y a él mismo- y observar de cerca: su historia personal, su educación y su cultura. 

De esa forma podremos comprender qué los pudo motivar, a actuar de la manera en que lo hicieron.


 


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