17) Juan y “Los Extraños”







      "Cuando yo comencé  a soñar con Juan nos veía a ambos como los niños pequeños que éramos: y como tal pasábamos mucho tiempo jugando y nadando en el río. Fue como después de dos o tres sueños que Juan me preguntó cómo me llamaba y después me comentó que le gustaba mucho nadar pues en el lugar adonde vivía no había adonde pudiera hacerlo. También dijo que él nunca había flotado y que ni siquiera lo había intentado hacer, pero que en los momentos que pasaba conmigo le sorprendía el hecho de parecer casi un pez en el agua.

A Juan le tomó algún tiempo darse cuenta de que lo que hacíamos era convivir en sueños. Y cuando lo hizo se maravilló y comenzó a hacer muchas preguntas acerca del lugar en donde estábamos –en sueños- y del lugar adonde yo vivía cuando estaba despierto.

Yo le aseguré que mi casa no estaba lejos de la suya y que nuestras madres eran parientes cercanas que se tenían un cariño mutuo y que tal vez algún día lo visitaría en la vigilia, cosa que como sabes nunca sucedió…pero realmente no hizo falta, pues el tiempo que pasábamos juntos era tan especial que nunca necesitamos encontrarnos personalmente sino para realizar lo que estaba escrito: que él me bautizaría..

A lo largo de nuestros encuentros Juan me confesó  que no entendía la forma en que los adultos a su alrededor hablaban de Dios. Y yo aproveché el momento para preguntarle:

-¿Si lo buscarás dónde crees que encontrarías a Dios?

Él respondió mirando a su alrededor:

-¡En todos lados! ¿No es Dios Quien sopla la brisa que mueve las cosas a su  paso? Yo creo que Dios hace brillar el sol y prende su luz como chispas de fuego sobre el agua, Dios nos toca a través de la suavidad de la arena y todo lo que vemos alrededor lo pone Dios en el camino. Pero creo que mis padres y todos esos señores tan serios que se reúnen para orar no lo ven para nada. Ellos siempre están muy preocupados…y bueno supongo que tienen razón ¿has visto cómo aquellos hombres extraños que usan vestidos cortos entran a nuestras casas para robarnos y llevarse la comida que recién preparan nuestras madres? es en esos momentos en los que yo no entiendo qué pasa con Dio. Se supone que Él nos cuida ¿verdad Jesús?... ¿Por qué entonces vienen estos hombres salidos de no sé dónde a llevarse todo lo que tenemos? No sabes cómo llora mi madre cuando sucede esto. ¿Ellos no tienen comida ni agua? ¿Deberíamos invitarlos a vivir con nosotros para que no tuvieran que robar y no les haga falta nada?... Dime Jesús: ¿también los has visto cómo montan en esos enormes caballos corriendo por todas partes?

Yo comencé a aventarle agua en el rostro al niño que tenía enfrente para que dejara de abrumarme con tantas preguntas y poco a poco le fui contando cómo el corazón humano es capaz de guardar tantos sentimientos de ira egoísmo y poder sobre sus hermanos.

Con mucha calma le puse el ejemplo de esos niños que siempre molestan a otros robándoles su comida o aventándoles piedras a los animales a los que les gusta atormentar.

-No sólo aquellos hombres que ves que traen lanzas y unos sombreros extraños son los únicos que nos quitan cosas… ¿Acaso tú nunca has visto cómo nuestros padres matan a los bueyes adultos a los que han cuidado por años para comernos su carne?

Los adultos que cuidan de nosotros también protegen y alimentan a los animales que Dios pone en la tierra…pero ellos los matan… ¡y se los comen!. ¿No es lo mismo que hacen los hombres extraños de los que me acabas de preguntar? ¿Matarnos?... Claro: Ellos no nos devoran, sólo se comen el pan y el vino que roban de nuestros hogares, pero…a veces las personas sin darnos cuenta... nos aprovechamos de aquell@s no se pueden defender..."

                             

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