20) Un Milagro Inesperado
Y también te mencioné que a pesar de las medidas de
sus padres una niña y un pequeño se les escapaban para reunirse conmigo en casa
de tarde en tarde cuando ellos también regresaron a Israel.
Pasaron alrededor de 6 meses luego de regresar de
Egipto cuando recibí la visita de Magda a quien yo cariñosamente llamaba
"Miga" pues desde siempre me costó trabajo pronunciar su nombre.
Fue tal el gusto que sentí al verla que comencé a
saltar por toda la casa sin que nadie pudiera evitarlo. Ella sólo esperó a que
me calmara y cuando por fin me senté en una silla para recuperar el aliento
ella se acercó a mí mirándome con sus enormes ojos almendrados color aceituna.
Yo siempre sentí que ella era una niña muy madura:
no se parecía a ningún otro niño que yo llegara a conocer y bueno, tal vez
tenía que ver que ella era un año más grande que yo.
Magda me preguntó cómo estaba y me comentó que me
había extrañado mucho pues el niño "Barrabas" ya no sólo se dedicaba
a molestar a sus pequeños vecinos sino que incluso juntó a varios de sus amigos
para ir a tirar piedras o tratar de encenderle fuego a su casa y que en una
ocasión le gritó desde afuera que tod@ amig@ de Jesús era enemig@ suy@.
Yo la miré preocupado y después ella sonrío y me
invitó a salir a la pequeña explanada frente a mi casa para jugar.
Jugamos un buen rato antes de que sus padres
vinieran a buscarla y mi madre los recibió invitándolos a tomar un refrigerio
antes de irse.
Cuando sentados a la mesa hicimos una pequeña
oración yo me sentí transportado a aquellos días de Egipto en que las familias judías
nos reuníamos para orar y cantar y después cenábamos...y yo sentía estar en
casa a pesar de encontrarnos en un país tan extraño.
Al día siguiente Miga regresó y al siguiente
también y se hizo costumbre que ella permaneciera por largas horas en casa y
que sus padres la vinieran a buscar, de tal manera que una fraterna amistad se
fue formando poco a poco entre nuestras familias.
En una ocasión, mientras nuestros padres terminaban
de despedirse Miga y yo salimos a espiar a un Tan.
Tan en hebreo en estos tus días significa chacal. Y
es que desde dentro se podían oír los aullidos de este interesante animal que
rondaba la casa, pero ni ella ni yo lo habíamos visto nunca pues nuestros
padres no nos permitían salir a altas horas cuando por lo general llegábamos a
oír el melancólico llamado del Tan.
Miga y yo nos escurrimos de puntillas hasta llegar
afuera adonde, alumbrados por la sutil luz de la luna llena pudimos distinguir
apenas la figura imponente de un animal que al sentir nuestra presencia salió
corriendo sin que nosotr@s tuviéramos la oportunidad de verlo más de cerca.
Estando en eso pudimos oír el murmullo de algo que
se quejaba entre los arbustos. Miga y yo corrimos a ver de lo que se trataba y
para nuestra sorpresa encontramos a un gato despanzurrado a punto de
"estirar la pata" como dirían en tu país actualmente.
Miga comenzó a quejarse mientras trataba de
consolar al pequeño felino y cuando parecía que el animal ya no respiraba se
puso a llorar.
Yo le pedí que se calmara y le expliqué que era
natural que un chacal hambriento buscara el pan de cada día.
Ella comenzó a llorar más fuerte y yo no sabía qué
hacer.
Al escuchar el sonido de su llanto nuestros padres
salieron a ver lo que pasaba y entre llantos Miga trató de explicar la causa de
sus lamentaciones.
Ellos estaban tan preocupados por la niña que
olvidaron que yo me quedé atrás y mientras ellos entraban a la casa para
ofrecerle un dulce o algo que la calmara yo puse mi manos sobre la panza de
aquél animalillo.
Padre mío - exclamé en voz baja para no ser
advertido- si es Tu Voluntad que este gato pueda volver a la salud te pido que
tengas compasión de él: Miga está inconsolable y yo no quiero que sufra.
¿Podrías mandar tu Amor Infinito para que Su Luz envuelva a esta tu criatura
inocente y que sea capaz otra vez de maullar y jugar como hasta ahora lo ha
hecho? te lo pido desde el fondo de mi corazón con la seguridad de que me
escuchas hoy y en todo momento...
En ese momento pude ver una pequeñísima luz que
resplandeció sobre el animal en la parte donde sangraba, pero fue tan pequeña
que me pareció estarla imaginando.
Después la chispa de luz volvió a aparecer y esta
vez le siguieron otras tantas. De repente pude ver decenas de chispas
envolviendo en luz al felino y al extender mi mano para tocarlas sentí
un leve cosquilleo que me hizo reír.
Yo no pude ver tan de cerca lo que pasaba con el
animal pues la dorada luz que lo envolvía no me lo permitió.
En ese momento me dí cuenta de que Miga, en
compañía de sus padres y los mío al acercarse para preguntarme qué estaba
pasando en sus caras de asombro se reflejó la luz que Dios había enviado.
¡El gato volvió a la vida! y yo lo tomé con cuidado
pues pensé que después de estar herido podía tal vez con facilidad ser
lastimado y se lo entregué a Miga.
Ella me miró de nuevo con ojos desorbitados y sin
soltarlo me dio un beso en la mejilla exclamando llena de júbilo:
-¡Lo hiciste! ¡lo hiciste! ¡curaste al gato! ¡no lo
puedo creer!!
Esa noche me costó mucho trabajo conciliar el sueño
pues dentro de mí podía sentir la emoción de haber hecho algo que no sabía que
podía hacer... pero cuando me recordé a mí mismo que no había sido yo quien lo
había logrado fue más fácil para mí aceptarlo.
Sólo cerré los ojos y dí las Gracias a mi Amado
Padre en mi corazón y me quedé dormido.
Con Amor profundo: tu Jesús.”
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