22) Mis Andanzas con Juan en Sueños: Continúan…


                    "Cuando muy pequeño no participé en forma tan comprometida con las actividades propias de la “Adoración a Dios” que los esenios practicaban pero mi madre y José siempre se encargaron –durante esa etapa- de integrarme poco a poco en el ejercicio de la oración y de la observación de sus enseñanzas en la medida de lo posible.

Y fue así –entre otras cosas- que yo me formé un respeto muy grande y muy profundo por toda manifestación de Dios en la naturaleza y en todo lo que a mi alrededor veía.

Isabel –la madre de Juan- y su familia comenzaron a participar en la dinámica esenia un tiempo después del nacimiento de mi primo por invitación de mi Madre: fue así que él y yo crecimos con una idea de Dios muy parecida aunque Juan no participaba directamente del apoyo que mis Maestros extraterrestres y Celestiales me brindaban.

Y fue por esta razón que yo cumplí con la “misión” de darle –desde niños- las enseñanzas que él requería para completar su formación como profeta y representante del Maestro Jesús que sería en el futuro. Y como parte de esta misión, el Padre siempre nos proveyó de las experiencias necesarias cuando en sueños aparecíamos en lugares donde por lo general el sol brillaba y la naturaleza mostraba sus magníficos dones a través de la suave brisa, las aguas tranquilas y la vegetación exuberante de la rivera de un río que en la vigilia nunca conocí.

Sin embargo, había ocasiones en las que nuestros sueños se desenvolvían en lugares diferentes de acuerdo a la enseñanza que ambos debíamos recibir: como fue el caso del sueño acerca de los soldados.

Y como ese hubieron otros sueños en los que él y yo participábamos de experiencias muy singulares que nos llevaban a lugares pero también a otros que nos eran familiares.

Como el caso del sueño en el que él y yo aparecimos en una sinagoga mientras toda la gente presente escuchaba la lectura de las Escrituras Sagradas.

Frente al grupo de oyentes, un hombre que parecía ser un sacerdote levita leía en voz alta una parte de lo que ahora en tu Biblia familiar se considera como el “Antiguo Testamento”.

El grupo de hombres se apiñaba cerca del que leía y en la parte más alejada, detrás de una estructura que dividía a la congregación estaban las mujeres tratando de ver y escuchar la voz que de lejos a veces se distorsionaba.

En medio de estas mujeres pude notar la presencia de mi Madre y la madre de Juan pero ellas no notaron la nuestra.

En esta sinagoga normalmente se reunían los judíos de aquella época y ellos eran muy celosos con respecto a su tradición.

Ellos tenían la firme creencia de que la mujer traía la impureza y la tentación con su sola presencia.

Juan y yo nos mirábamos de lejos pues él estaba acompañado de su madre y yo al lado de José. Ambos escuchábamos atentamente.

Cuando salimos de ahí yo pregunté a mi madre porqué ella tenía que estar en una parte alejada de nosotros dentro de la sinagoga si siempre estábamos juntos.

En ese momento el sueño cambió y Juan y yo nos encontramos en medio del desierto pero en esta ocasión no estábamos solos sino que a nuestro alrededor había mucha gente bailando y parecía que se postraban y nos adoraban pero lo extraño es que aunque las personas daban vueltas y bailaban haciendo movimientos con los brazos y contorsionándose aparentemente hacia donde mi primo y yo nos encontrábamos todos dirigían sus miradas hacia un lugar arriba de nuestras cabezas.

En ese momento apareció un hombre muy alto con una gran luz que iluminaba sus manos cargando unos objetos muy largos cuya superficie parecía estar escrita.

Él venía bajando de unas montañas que bordeaban el lugar pero de repente mi perspectiva cambió y pude verlo de pie frente a todas las personas que estábamos reunidas en esa gran explanada al aire libre. Yo quise saber qué era lo que con tanta insistencia él veía en dirección adonde nosotros estábamos pues creo que entre más veía y luego desviaba sus ojos hacia todos los que estaban bailando más molesto parecía.

Luego ví a muchos hombres abalanzándose a sus pies diciendo: ¡Ella lo hizo!, ¡Ella me obligó a adorarlo!...ella juntó todas sus joyas y me exigió que las fundiera para labrar esta escultura de oro pero yo no quería ¡créeme!

De repente mi primo me hizo una seña pues en ese momento él y yo aparecimos junto al hombre molesto y cuando desvié la mirada hacia donde Juan señaló pude ver a un becerro de oro.

Como en todo sueño las cosas eran muy raras: Juan y yo parecíamos fantasmas pues al parecer nadie podía vernos.

Lo último que ví fue al hombre enojado romper las enormes piezas escritas que traía en las manos contra el piso. Y al tratar de leer un pedazo de piedra que quedó intacta sólo distinguí una palabra en hebreo. La palabra era un nombre y el nombre era Moisés.

                
Tu amigo incondicional: Tu Jesús.”


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