25) José Me relata un sueño (parte 1)
Querid@ lector/a:
Mi padre, solía contarme algunas historias de lo que él vivió de joven y yo disfrutaba mucho escuchándolas. Gracias a eso, -en parte- es que actualmente puedo decir que lo llegue a conocer bastante bien
Esa mañana, después del desayuno y aprovechando la tranquilidad del momento yo le pregunté a mi papa José si siempre había sido carpintero. El me respondió que su propio padre le había enseñado el oficio como jugando y que más que un trabajo, lo consideraba una distracción, pero que otra cosa que también disfrutaba mucho era acompañar a su padre al campo, cuando solo tenía 5 años.
-Mi padre y yo caminábamos juntos hasta un lugar adonde llevábamos a apacentar el rebaño, y a veces, a lo largo del camino, jugábamos con una pelota de madera que tu abuelo -quien también practicó por muchos años la carpintería- me regaló en un cumpleaños...recuerdo bien aquellos largos paseos.
Los años que tuve la fortuna de compartir tantos juegos y quehaceres con mi padre fueron geniales pero todo eso termino cuando el comenzó a sentirse mal...fue algo que comenzó como una tos sin importancia y a lo largo del tiempo se fue agravando hasta que murió.-
Por un momento, al amado hombre frente a mi se le nublaron los ojos y yo trate de distraerlo preguntándole otra cosa:
-De seguro tenias muchos amigos...no es así?- pregunté
El respondió que una familia que vivía un poco lejos de la suya tenían un hijo con el que solía jugar cuando visitaban a sus padres:
- su nombre era Asher y era de la misma edad que yo- dijo,- de hecho el fue quien comenzó a acompañarme a cuidar de mi rebano cuando mi papa ya no estaba, pero un día no pudo venir y yo tuve que hacerlo solo.
Luego continuo narrándome lo que sucedió y dijo que en una ocasión, cuando se hallaba cuidando a las ovejas, sentado, atento al rebaño: de repente, se quedó dormido.
En ese momento se vio a sí mismo jugando con la pelota de madera, en compañía de su amigo, frente al templo: “…como sabes, el templo de Jerusalén es un lugar sagrado adonde los judíos solemos ir a rendir culto a Dios.
Pero el lugar se veía muy diferente: en mi sueño, al final de un
gran corredor, estaba la puerta principal y fue por ahí por donde la pelota se escapó
de nuestras manos, para ir a parar, adentro de aquel gigante edificio.
Asher y yo nos miramos confundidos y entonces corrimos para ver si
la podíamos alcanzar.
Cruzamos la puerta y en medio de nuestro asombro pudimos observar un panorama por demás extraño: al principio parecía que en lugar de entrar habíamos salido a una zona en donde árboles y flores crecían por todas partes y el día parecía brillar resplandeciente, pero de un momento a otro: las flores se empezaron a marchitar y un viento furioso comenzó a arrancar las pocas hojas que los árboles, antes frondosos, perdían en cuestión de segundos (como dicen ahora: en segundos).
En el corredor que antes vi y que se extendía ante mis ojos de nuevo, apareció de repente caminando, en dirección a mí: un joven alto y de noble figura.
En su regazo traía cargando a un pequeño cordero y al acercarse me mostró el preciado juguete que mi amigo y yo, estábamos buscando.
Nunca olvidaré sus palabras. El me miró fijamente mientras sonreía y dijo:
"Nunca des por perdido aquello que te es precioso, ya que si realmente te corresponde tenerlo: ESO siempre va a regresar a ti."
En ese entonces yo era un niño y realmente no hubiera podido entender, lo que aquel joven de grandes y hermosos ojos azules, intentaba decirme. Pero ahora que te veo frente a mí lo comprendo todo: aunque en su momento yo lamenté mucho la perdida de mi padre ahora sé que tú y tu madre son lo más valioso que Dios ha podido poner en mi vida y entiendo que fue para que yo cuidara de ustedes y procurara siempre su salud y bienestar.
La muerte es lo único que podría separarme, temporalmente, de ustedes. Y como estoy seguro de que seré yo el primero en partir de este mundo, el día que suceda esto, no me preocuparé demasiado:
Dios seguramente, siempre nos reunirá, de nuevo.
Quién sabe, tal vez en otro lugar y tiempo…pues muchas son Sus moradas.
Hoy entiendo por qué cuando naciste, tu mirada me era tan familiar: esos grandes ojos azules de aquel joven en mi sueño…no eran otros, sino los que estoy viendo… ahora”.