25) José Me relata un sueño (parte 1)

 



Mi padre José, solía contarme algunas historias de lo que él vivió de más joven. 

Esa mañana, después del desayuno, yo le pregunté si siempre había sido carpintero. El me respondió que aquel oficio había sido más que un trabajo, una distracción, pero que también disfrutaba mucho el llevar a pastar al rebaño de su padre, cuando solo tenía 8 años

.“Esa era una de las actividades que más disfrutaba de niño, pero también me encantaba jugar con una pelota de madera que tu abuelo -quien también practicó por muchos años la carpintería- me regaló en un cumpleaños.

Un pequeño, cuyo nombre era Asher, que era 2 años menor que yo, solía jugar conmigo.”

José me comentó que un día, cuando se hallaba cuidando a las ovejas, sentado, atento al rebaño: de repente, se quedó dormido.

En ese momento se vio a sí mismo jugando con la pelota de madera, en compañía de su amigo, frente al templo: “…como sabes, el templo de Jerusalén es un lugar sagrado adonde los judíos solemos ir a rendir culto a Dios.

Pero el lugar se veía muy diferente: en mi sueño, al final de un gran corredor, estaba la puerta principal y fue por ahí por donde la pelota se escapó de nuestras manos, para ir a parar, adentro de aquel gigante edificio.

Asher y yo nos miramos confundidos y entonces corrimos para ver si la podíamos alcanzar.

Cruzamos la puerta y en medio de nuestro asombro pudimos observar un panorama por demás extraño: al principio parecía que en lugar de entrar habíamos salido a una zona en donde árboles y flores crecían por todas partes y el día parecía brillar resplandeciente, pero de un momento a otro: las flores se empezaron a marchitar y un viento furioso comenzó a arrancar las pocas hojas que los árboles, antes frondosos, perdían en cuestión de segundos (como dicen ahora: en segundos). 

En el corredor que antes vi y que se extendía ante mis ojos de nuevo, apareció de repente caminando, en dirección a mí: un joven alto y de noble figura.

En su regazo traía cargando a un pequeño cordero y al acercarse me mostró el preciado juguete que mi amigo y yo, estábamos buscando.

Nunca olvidaré sus palabras. El me miró fijamente mientras sonreía y dijo:

Nunca des por perdido aquello que te es precioso, ya que si realmente te corresponde tenerlo: ESO siempre va a regresar a ti.

En ese entonces yo era un niño y realmente no hubiera podido entender, lo que aquel joven de grandes y hermosos ojos azules, intentaba decirme. Pero ahora que te veo frente a mí lo comprendo todo: tú y tu madre son lo más valioso que Dios ha podido poner en mi vida y comprendo que fue para que yo cuidara de ustedes y procurara siempre su salud y bienestar.

La muerte es lo único que podría separarme, temporalmente, de ustedes. Y como estoy seguro de que seré yo el primero en partir de este mundo, el día que suceda esto, no me preocuparé demasiado:

Dios seguramente, siempre nos reunirá, de nuevo.  

Quien sabe, tal vez en otro lugar y tiempo…pues muchas son Sus moradas. 

Hoy entiendo por qué cuando naciste, tu mirada me era tan familiar: esos grandes ojos azules, en mi sueño…no eran otros, sino los que estoy viendo… ahora”. 


 


Comentarios

Entradas populares de este blog

El APOCALIPSIS de SAN JUAN, Capítulo UNO: Versículos del 4 al 8. (El Aviso)

EL APOCALIPSIS de SAN JUAN, Capítulo UNO: Versículos del 9 al 15

LOS MENSAJES DEL MAESTRO JESÚS