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23) Los Viajeros

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             “Yo estaba sentado afuera de casa. Todo estaba demasiado tranquilo y silencioso. Era una tarde nublada de sábado en el que todos los vecinos parecían haber desaparecido. Recuerdo que yo tenía cerca de cinco años   y quise salir para ver si algún niño estaba por ahí para jugar conmigo. En ese momento ví unos hombres acercarse por el camino. No había nadie alrededor así que se acercaron a mí y preguntaron por mi Madre. Yo respondí que estaba adentro con José y uno de ellos les dijo algo en palabras extrañas a los otros. Luego el hombre me miró y me dijo que no me asustara que no eran romanos y que venían en son de paz pero que necesitaban un poco de agua y un lugar adonde descansar pues su mujer se había puesto enferma en el camino. Yo me fijé en los demás y sólo pude ver a tres hombres montados a caballo. Él insistió en que no me asustara y me preguntó si podía llamar a mi Madre. Yo corrí adentro de casa y ví que no estaba Mamá pero tampoco José apareció por ningún la

22) Mis Andanzas con Juan en Sueños: Continúan…

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                     " Cuando muy pequeño no participé en forma tan comprometida con las actividades propias de la “Adoración a Dios” que los esenios practicaban pero mi madre y José siempre se encargaron –durante esa etapa- de integrarme poco a poco en el ejercicio de la oración y de la observación de sus enseñanzas en la medida de lo posible. Y fue así –entre otras cosas- que yo me formé un respeto muy grande y muy profundo por toda manifestación de Dios en la naturaleza y en todo lo que a mi alrededor veía. Isabel –la madre de Juan- y su familia comenzaron a participar en la dinámica esenia un tiempo después del nacimiento de mi primo por invitación de mi Madre: fue así que él y yo crecimos con una idea de Dios muy parecida aunque Juan no participaba directamente del apoyo que mis Maestros extraterrestres y Celestiales me brindaban. Y fue por esta razón que yo cumplí con la “misión” de darle –desde niños- las enseñanzas que él requería para completar su formación como p

21) Nuestra Rutina Diaria

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                  “Cuando cumplí los siete mi vida fluía en un movimiento constante. De hecho la vida de la gente en Nazareth era una vorágine sin descanso pues nadie sabía con seguridad cuándo iban a aparecer esos “hombres extraños” de los que hablaba Juan y cuando lo hacían todos debíamos huir pues no faltaban los hermanos golpeados o muertos que resultaban de estas lamentables visitas. Pero además de la turbulencia propia de la ocupación romana, mi familia y yo teníamos que cumplir con una rutina bastante atareada: Era costumbre levantarnos a las cuatro de la mañana y hacer una oración de veinte minutos antes de ser transportados por mis hermanitos ángeles a la casa del desierto adonde podíamos quedarnos a meditar un rato más antes del desayuno o bien podíamos meditar y después dormir una hora si es que nos sentíamos muy cansados. Después de comer algo, mis Maestros, que por lo general eran personas que nos visitaban de otros planos o de planetas lejanos insistían en comenza

20) Un Milagro Inesperado

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                  "En otro mensaje te mencioné que estando en Egipto después de que yo inmovilicé a un niño que molestaba a otros pequeños muchas personas prohibieron a sus hij@s jugar conmigo pues creían que yo era peligroso ( Mensaje No. 4).  Y también te mencioné que a pesar de las medidas de sus padres una niña y un pequeño se les escapaban para reunirse conmigo en casa de tarde en tarde cuando ellos también regresaron a Israel. Pasaron alrededor de 6 meses luego de regresar de Egipto cuando recibí la visita de Magda a quien yo cariñosamente llamaba "Miga" pues desde siempre me costó trabajo pronunciar su nombre. Fue tal el gusto que sentí al verla que comencé a saltar por toda la casa sin que nadie pudiera evitarlo. Ella sólo esperó a que me calmara y cuando por fin me senté en una silla para recuperar el aliento ella se acercó a mí mirándome con sus enormes ojos almendrados color aceituna. Yo siempre sentí que ella era una niña muy madura: no se parecía a

19) El Misterio del Karma

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               "En esa ocasión soñé que Juan y yo caminábamos muy cerca del desierto, se estaba poniendo el sol y pronto sería de noche. Estábamos solos y el viento soplaba. Estos sueños eran demasiado vívidos y yo a veces llegaba a creer que realmente lo que veía estaba pasando, pero en esos días sólo me pasaba con Juan pues en otras ocasiones mis sueños eran bastante normales. Juan se detuvo y me dijo: -¿ Adónde vamos hermano? Tengo frío. Yo me percaté de que traía un morral y adentro un manto extra y se lo eché en los hombros a Juan. Los dos nos habíamos acostumbrado a aparecer en el río adonde nadábamos por horas bajo el agradable calor del medio día, pero nunca habíamos estado reunidos en un lugar tan austero a una hora en la que los niños difícilmente se encuentran lejos de casa. Sin embargo yo no sentí miedo sino curiosidad y traté de seguir caminando pues parecía que finalmente llegaríamos a lo que podría ser nuestro destino, pero Juan se detuvo y exclamó: -

18) Haciendo las cosas ligeras

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          "... En ese momento me percaté de que estaba siendo un poco duro en la forma de hablarle a mi primo y mejor intenté explicar con amor algo que yo mismo sentía estar aconsejándome:        -Aún así mi querido Juan tú nunca debes juzgar o pensar mal de nadie.     Nuestros padres y todas las personas que cuidan de otros niños y de sus animales   sólo actúan de acuerdo a lo que piensan que es mejor para todos y tú mismo has sido testigo de que también pasan por situaciones muy difíciles en las que no están muy seguros de si lo que deciden es lo correcto. Es por eso que es muy importante que tú y yo aprendamos a observar. Observar las lluvias, y cómo nuestra tierra, así como la ves en ciertas zonas tan seca la mayor parte del año, se regocija en recibir esos enormes torrentes de agua que forman de repente los ríos que harán brotar nueva vida. Observar las semillas cómo crecen y cómo de forma tan misteriosa al guardar dentro de sus diminutas “corazas” y después “romperse

17) Juan y “Los Extraños”

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      " Cuando yo comencé   a soñar con Juan nos veía a ambos como los niños pequeños que éramos: y como tal pasábamos mucho tiempo jugando y nadando en el río. Fue como después de dos o tres sueños que Juan me preguntó cómo me llamaba y después me comentó que le gustaba mucho nadar pues en el lugar adonde vivía no había adonde pudiera hacerlo. También dijo que él nunca había flotado y que ni siquiera lo había intentado hacer, pero que en los momentos que pasaba conmigo le sorprendía el hecho de parecer casi un pez en el agua. A Juan le tomó algún tiempo darse cuenta de que lo que hacíamos era convivir en sueños. Y cuando lo hizo se maravilló y comenzó a hacer muchas preguntas acerca del lugar en donde estábamos –en sueños- y del lugar adonde yo vivía cuando estaba despierto. Yo le aseguré que mi casa no estaba lejos de la suya y que nuestras madres eran parientes cercanas que se tenían un cariño mutuo y que tal vez algún día lo visitaría en la vigilia, cosa que como sabes n